La universidad ante el reto de la transformación digital

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Artículo de Antonio Abril Abadín publicado en el número 92 de la Revista Registradores de España.

La pandemia vírica que actualmente asola al mundo, y muy especialmente a España, con su consecuencia de restricciones a la movilidad y a la presencialidad en numerosas actividades, entre ellas las educativas, ha puesto de relieve la escasa preparación de nuestras instituciones, públicas y privadas, y la consiguiente urgencia de acometer procesos de transformación digital.

En el ámbito de las universidades, ya el informe de la Fundación CYD 2018, reflejaba que “considerando todos los niveles, en torno al 14% de las titulaciones impartidas en el curso académico 2018-2019 han seguido una modalidad no estrictamente presencial. En las universidades privadas presenciales, el 39,2% de los másteres y el 18% de los grados se podían seguir en todo o en parte online (12,8% y 1% respectivamente para las públicas presenciales)”.

El pasado año 2019, siempre por tanto antes de la pandemia, la Conferencia de Consejos Sociales de las Universidades Españolas (CCS) y la Red de Fundaciones Universidad-Empresa (REDFUE) llevaron a cabo una encuesta entre 34 universidades españolas (25 universidades públicas y 9 privadas) sobre la “Situación y retos de las universidades españolas ante la transformación digital”. Las 34 universidades participantes aglutinaban el 49% de los 1.595.039 estudiantes totales matriculados en las universidades españolas durante el curso 2018/19. Además, se celebraron 19 mesas de debate, en las que participaron 225 personas, distribuidas en diferentes ciudades españolas (Almería, Córdoba, La Laguna, Las Palmas de Gran Canaria, Madrid, Murcia, Valencia, Vitoria y Zaragoza).

El estudio, hay que decir que “lamentablemente oportunista”, resalta que la transformación digital va de personas y por tanto su motor es la estrategia y no la tecnología e implica poner en práctica una nueva cultura en la que deben intervenir todos los actores que forman una organización. Las tecnologías, añade, son solo herramientas que, bien implementadas, mejoran la competitividad de las organizaciones.

Solo cinco universidades opinaron que debían de reinventarse y habían desarrollado estrategias de transformación digital global, e incluso creado vicerrectorados o comisiones específicas para acometer cambios profundos. Solo una de cada tres estaba desarrollando estrategias de transformación digital. Únicamente ocho universidades indicaron que tenían planes para adoptar nuevas tecnologías en los próximos años. Esto supone que solo el 38% de las universidades españolas participantes contaban o estaban desarrollando una estrategia de transformación digital. El 29% la integraban dentro de la estrategia general. El 24% indicaron que no contaban con ningún plan y el 9% estaban pendientes de definirlo. Más de la mitad de los centros participantes (51,5%) consideraron que las universidades españolas no contaban con las estructuras necesarias para realizar la transformación digital de manera adecuada.

Entre los obstáculos que el estudio refleja para la transformación digital de las universidades españolas figuran los siguientes: falta de recursos tanto económicos como humanos, escasez de profesorado formado en tecnologías disruptivas, falta de motivación e incentivos y, en consecuencia, falta de implicación del profesorado para reciclarse, situación agravada por la elevada edad media del PDI de las universidades españolas, 50 años (más de la mitad de los catedráticos más de 60 años), estructura universitaria rígida y burocratizada que no facilita sino que genera resistencia al cambio, falta de agilidad del sistema universitario y desconocimiento de las tecnologías emergentes y de cómo la tecnología afecta a la universidad.

En opinión de los expertos, la mayoría de las universidades analizadas se encuentran en la denominada “Educación 3.0”, centrada en la creación de contenidos digitales y la automatización de procesos, de ahí que la universidad española se encuentre bastante digitalizada a nivel administrativo y de procesos. Dieciséis de las treinta y cuatro universidades participantes indican que su estrategia se basa en este punto. El siguiente tema donde se está haciendo más esfuerzo es en la incorporación de nuevas metodologías docentes y nuevos entornos de aprendizaje y de trabajo. En definitiva, las universidades son conscientes de que hay que llevar a cabo cambios y, aunque ya los están empezando a implementar, ven lejana la disrupción de sus modelos. Por tanto, la mayoría han optado más bien por un modelo de optimización que por uno de disrupción.

Sin embargo, los expertos consideran que el sistema debe evolucionar hacia la llamada “Educación 4.0”, caracterizada por algunos aspectos como un crecimiento de estudiantes no tradicionales, el aumento de la demanda de habilidades basadas en competencias y el avance de la tecnología. Nuevos actores han irrumpido en negocios tradicionales, entre ellos la enseñanza, y se han convertido en líderes mundiales en su sector. En su opinión, las universidades españolas deberían decidir si quieren seguir como hasta ahora, y simplemente adaptar sus modelos de negocio, o arriesgarse más, ser disruptivas y cambiar radicalmente tales modelos. Un gran número de especialistas participantes en el estudio advierten de que “si no se hace nada, vendrán otros actores y las dejarán fuera” y que las universidades “ya han perdido el monopolio del conocimiento y están empezando a perder el de la certificación”.

Los expertos participantes en las diferentes mesas de debate realizadas sobre este punto, consideran que la revolución tecnológica implica disrupción y, por tanto, cambios drásticos y no solo meras adaptaciones. También consideran que las universidades deben dotarse de recursos, sobre todo humanos, para que, acompañados del equipo de gobierno, sean capaces de liderar dicha transformación. Tomando como referencia las reflexiones de Mario Ernst, director de Digital Bank  transformación Digital en su post sobre “Transformación digital: ¿Optimización o Disrupción”, las universidades deberían preguntarse si quieren optimizar sus negocios incorporando formación online, automatizando sus procesos administrativos e incorporando nuevos canales de comunicación con su comunidad universitaria o más bien quieren explorar nuevos modelos de negocios, co-crear con sus clientes nuevos servicios, generar ecosistemas digitales e incorporar tecnologías disruptivas. La primera opción implica impactos en eficiencia y mejoras en la experiencia de clientes, mientras que la segunda significa apostar por diferenciación y creación de valor radical.

Hecho este análisis de su situación pre-Covid-19, se explica el tremendo esfuerzo que han tenido que hacer nuestras universidades para, en condiciones muy desfavorables, especialmente las públicas, acometer el reto de su transformación digital. Pero a día de hoy ya no caben excusas, digitalización y sostenibilidad son dos compromisos necesarios, y no solo de las empresas, en este mundo global, competitivo, necesariamente sostenible y en permanente y acelerado proceso de cambio que nos ha tocado vivir. El reto es importante y exigente. No se trata de renunciar a la presencialidad, pero la COVID-19 ha acelerado la transformación digital del mundo y la universidad no se puede quedar atrás. Todo lo que puede digitalizarse debe poder ser digitalizado y, a partir de ahí, tomar las decisiones que las circunstancias permitan, pero cualesquiera que sean esas circunstancias, las universidades tienen que poder desarrollar sus tres funciones, docencia, investigación y transferencia de resultados, sin interrupción.

Solo una universidad que fomenta esa cultura en sus personas podrá transmitirla a la sociedad a la que se debe y este tránsito es esencial para la empleabilidad de nuestros egresados y para nuestro futuro como sociedad.

Cuando todo indica que serán las titulaciones STEM (Ciencias, Tecnologías, Ingenierías y Matemáticas) las que generarán más demanda empresarial y, por lo tanto, más inserción laboral en el futuro, en España tenemos una escasa proporción de titulados, un 22% frente a la media europea del 34% o el 37% de Alemania como referencia.

Este problema de brecha digital se agrava por la importante brecha de género, tema generalizado en Europa, pero especialmente grave en España. Si el porcentaje de mujeres matriculadas en las universidades españolas es del 54,7%, en las titulaciones tecnológicas baja hasta el 26,8%, solo son mayoría en las biotecnologías (60%) y solo crecen en nanotecnología (actualmente el 41%). En todas las demás titulaciones tecnológicas son minoría hasta llegar a un exiguo 12% en informática. Sin embargo, su grado de empleabilidad, visto en función del porcentaje de contratos a tiempo completo, refleja niveles muy altos, lo que revela que no estamos ante un problema de empleabilidad sino de formación y vocación. Frente al déficit de formación, hay que impartir educación en la igualdad. Frente a la falta de vocaciones, llevemos al sistema educativo los excelentes referentes que tenemos de mujeres investigadoras: en España, la desaparecida Margarita Salas, María Blasco…; fuera de nuestras fronteras a Radia Joy Perlman conocida como la madre de Internet, Hedy Lamarr precursora de lo que hoy conocemos como las conexiones bluetooth y wifi, Evelyn Berezin creadora del primer procesador digital de textos y un largo etcétera.

Al hilo de lo que queda dicho, no está de más recordar aquí que la excelencia de nuestras universidades y la empleabilidad de sus egresados es una responsabilidad compartida. Es necesario reforzar la cooperación entre universidad y empresa, mejorar las competencias y habilidades de los alumnos, establecer pasarelas que faciliten la transición de la universidad a la empresa y promover el aprendizaje permanente a lo largo de la vida.

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